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Foto del escritorSuperletra Q 2022

Un paraíso vestido de olas

Una imagen que nos inspira es la misma imagen que nos tranquiliza. Aquella que, en nuestra mente, querríamos revisitar. Un paraíso, ¿verdad? Para mí, es así. Y de todos los monumentos que he visto, de entre los recuerdos estampados de todas las calles de mi infancia y de todas las playas que he conocido, a la que me gustaría volver, es a la isla del Farol, mi lugar predilecto.





Mi segunda casa durante el verano y la solución a todos mis problemas. La fuga perfecta a los contrariedades del día a día, aunque solo sea porque se puede ir hasta allí en barco. Cuando llegamos, después de un maravilloso viaje por la Ría Formosa, nos deslumbra su arena blanca, el color azul cristalino del mar, las rocas y el inigualable faro blanco y rojo que la distingue. La verdad es que ninguna fotografía consigue hacer justicia a su extraordinaria belleza, ni tampoco una descripción, por más detallada que sea.


No recuerdo la primera vez que visité esa playa, pero sé que desde que los cuatro años este es mi destino preferido en los veranos. Recuerdo llegar con mi familia muy temprano todas las mañanas, dejar las cosas en la arena y correr hacia el mar mientras mi madre gritaba: “¡ponte una camiseta blanca o nos vamos a casa ya!”. ¡Cómo detestaba aquella camiseta branca y el sombrero que siempre me obligaban a ponerme para protegerme de los rayos del sol!


Allí fui y soy feliz. Aunque hoy ya no hago castillos de arena y tampoco me importa ponerme la camiseta cuando el sol aprieta. Mi piel todavía recuerda, como si fuese ayer, las quemaduras que a los seis años me hice en el tobogán del parque infantil que había allí.


La verdad sea dicha: hoy sigo siendo aquella misma niña. Ese es el efecto que la isla tiene en mí, el exponente máximo de la felicidad.

La verdad sea dicha: hoy sigo siendo aquella misma niña. Ese es el efecto que la isla tiene en mí, el exponente máximo de la felicidad. Ya sea jugando con las raquetas, corriendo por la arena o escuchando el ruido de las olas que enriquece el alma mientras los pies se entierran en la espuma del mar.


Hace unos años que dejé de ser aquella niña que mi familia llevaba y hoy me doy cuenta de lo rápido que pasa la vida. No es como el barco de la “carrera às ilhas” que viaja lentamente por la Ría Formosa, sino un tren que pasa a toda la velocidad sin que demos cuenta. Hoy llevo a mis amigos, a mi novio y creo nuevos recuerdos. Un día seré yo quien grite en la playa a mis hijos para que se pongan la camiseta blanca para protegerse del sol.


Aquí soy feliz, aquí seré siempre feliz. Una felicidad simple, sin extravagancias, repleta de memorias y sueños. Y el dicho es cierto: agua salgada, alma lavada.


Superletra Q 2022


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