La primera vez que fui a Caldas da Rainha tenía doce años. No creo que supiera en qué lugar estaba ni su importancia para la historia de Portugal.
Se cuenta que el nombre de la ciudad se debe a la reina Leonor, que al pasar por allí vio un grupo de personas bañándose en aguas minerales calientes. Decían que aquellas aguas eran milagrosas porque mejoraban los dolores del cuerpo. La reina, que sufría de una úlcera en el pecho, se bañó en las aguas y se curó. Por eso, en 1485, mandó construir el Hospital Termal de Nossa Senhora do Pópulo, el más antiguo del mundo.
Parecía un bosque encantado salido de un cuento de hadas.
El lugar acabó siendo uno de los favoritos para mi familia. Cada verano visitábamos el parque D. Carlos I para sentir la tranquilidad que nos rodeaba. Al pasear por el parque, veíamos un lugar tan inmenso e increíble que parecía no terminar nunca. Parecía un bosque encantado salido de un cuento de hadas. Caminábamos mientras veíamos cada detalle impresionante y no nos dábamos cuenta de lo rápido que pasaba el tiempo.
En el lago artificial, situado en el centro del parque, se podía pasear en barca. Teníamos una vista maravillosa de la flora y la fauna que dan vida al lugar. Entre varias especies de animales, estaban los cisnes y patos del lago, y también los pavos reales luciendo sus plumajes de color verde y azul a todas las personas que por allí pasaban.
Aunque no conocíamos la historia del lugar y ninguno de nosotros sufría una enfermedad, se puede decir que de alguna forma nos curaba a través del contacto con la naturaleza, quitándonos el peso de la rutina diaria.
Superletra R 2022
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