Hay un lugar que ocupa mis pensamientos cuando me siento abrumada. Un lugar que me trae paz y donde sueño refugiarme cuando todo está mal. Lesidren es un pueblecito búlgaro donde paso mucho tiempo en verano en la casa de mis abuelos.
Pueden verse un montón de animales: conejos, ciervos, jabalíes, y, si uno tiene suerte, hasta osos.
Recuerdo el trayecto en coche para llegar allí, que transcurre en plena naturaleza. Pueden verse un montón de animales: conejos, ciervos, jabalíes, y, si uno tiene suerte, hasta osos. Su olor es el más puro que he sentido, y su atmósfera, la más tranquila que he apreciado nunca. A lo lejos, se oyen las cascadas y los cantos de los pájaros. Tal paisaje serena a cualquiera.
Mi abuela me acoge con su deliciosa musaka que me despierta las papilas gustativas y me transporta a mis recuerdos de infancia.
Lesidren se sitúa al pie de los Balcanes y es allí donde viven mis abuelos. Cuando llego al pueblo, mi abuela me acoge con su deliciosa musaka que me despierta las papilas gustativas y me transporta a mis recuerdos de infancia. Continuo mi viaje hacia la infancia y me voy a explorar la casa en búsqueda de mis viejos juguetes. Paseo por el jardín, donde juego con los gatos y el perro, y luego paso por el huerto de mis abuelos para recoger pepinos y frambuesas. Desde la puerta veo a los vecinos caminando y les doy un caluroso saludo.
Una vez fuera de casa, llamo a mis amigos de infancia y nos dirigimos al lago del pueblo. El lago es un rincón paradisíaco. Es allí donde me divierto más. Nadamos mucho, paseamos en barco, y a veces, cuando hay viento, hacemos windsurf. Desde el centro del lago se ven todas las colinas llenas de árboles y uno se siente en el corazón del mundo.
Lesidren es mi lugar favorito, y cada vez que pienso en mi pueblo, siento el sabor a nostalgia.
Superletra M
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