En el límite más a sudeste de Portugal, donde el río y el mar se unen, se encuentra mi ciudad: Vila Real de Santo António.
Hasta ahora no he conocido mucho más, pues nunca he vivido en otro lugar. Tuve que crecer aquí, aunque no lo escogiese. La verdad es que siempre la había odiado. Me limitaba y me enfadaba...
Había pocas cosas que me calmaban, que me recordasen que no todo era malo. Una de ellas era el ocaso del sol, tan naranja por detrás de los mástiles de los barcos, explayándose sobre el azul del río.
Es una ciudad pequeña, casi todos se conocen y eso a veces hace difícil la convivencia.
Había pocas cosas que me calmaban, que me recordasen que no todo era malo. Una de ellas era el ocaso del sol, tan naranja por detrás de los mástiles de los barcos, explayándose sobre el azul del río. Miraba mis manos, la piel resplandecía amarilla; no parecían mías y eso me tranquilizaba. Es que en aquel momento yo no estaba allí. Estaba en otro universo repleto de aventuras distintas. Toda yo era otra vida que, aunque tampoco era fácil, tenía sentido y emoción. A veces, lloraba porque sentía que echaba de menos una vida que no era la mía.
Creo que aún me queda mucho que ver y otros lugares que conocer, pero aquí está mi verdadero hogar.
Hoy me sorprende que alguna vez haya odiado tanto esta ciudad. Es donde he vivido los momentos más intensos de mi vida, donde he tenido más amigos, donde me he sentido más feliz. No sabía quién era y esa ignorancia, ahora lo sé, era la verdadera felicidad. Creo que aún me queda mucho que ver y otros lugares que conocer, pero aquí está mi verdadero hogar. Será el lugar donde siempre volveré para cuidarme y reestablecer mi equilibrio. Es mi pequeño refugio entre el río y el mar.
Superletra C
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