Querido amigo mío:
Cuando te miro, la sensación de libertad y tranquilidad es instantánea. Siempre me he considerado una gran admiradora tuya, de los matices que utilizas para ir pintándote a lo largo del día, de las nubes que vas dibujando y de los detalles de ese cuadro que compones de forma tan natural. Sí, soy una gran fan tuya y no niego tener una carpeta con todas las fotos que te he hecho hasta ahora.
Cada día tenemos una conversación diferente, un estado de ánimo distinto por ambas partes... Hay días en los que estás feliz y eres un cielo de brigadeiro, como diría mi abuela, y te explico lo que significa: "un cielo despejado, sin nubes, con un tono azul claro intenso y brillante, sintiendo una suave brisa que te golpea la cara". Sin embargo, hay otros en los que estás triste o estresado con la vida y dejas que tu rabia descienda sobre nuestras cabezas con fuertes tormentas y truenos. Pero, qué le vamos a hacer... ¡Hasta tú tienes días malos!
A veces estás gris, como si tuvieras un mal día, otras, tus tonos son rosados y rojizos, como si estuvieras enamorado.
Pero eso no me da ningún motivo para dejar de admirar el gran pintor que eres, amigo mío... ¡Incluso cuando me dan miedo los rayos y los truenos! Siempre te miraré con cariño. Sé que muchas veces estamos tan inmersos en nuestra rutina, nuestros hábitos, las redes sociales... ¡Todo! Que nos olvidamos de las cosas sencillas que construyen nuestro día a día... Especialmente tú y tus colores. Así, a veces estás gris, como si tuvieras un mal día, otras, tus tonos son rosados y rojizos, como si estuvieras enamorado. ¡Así eres, mi querido cielo, tú también puedes amarte!
Es curioso cuando pienso que nací en una ciudad con más de un millón de habitantes, una ciudad que parece un pequeño hormiguero viviente y que siempre está iluminada, una ciudad bulliciosa. Aunque debo admitir que nunca he sentido que pertenezca a ella... Vivir en la ciudad, para mí, es como ser un pájaro atrapado en su jaula e incapaz de extender las alas, es estar atrapado sin estar arrestado... Por supuesto, tiene sus ventajas. ¡No le quito ningún mérito! También es allí donde está mi familia, el cobijo de mis padres, mis queridos amigos, mis recuerdos... Pero mi alma... Bueno, puedo decir que ella corre libre entre los árboles, descalza y con el pelo al viento.
Recuerdo cuando fui a visitar a mi madre durante las vacaciones de invierno hace algunos años. Ella vivía en un pequeño pueblo de Washington, era casi como un pueblo de campo. Las casas estaban muy separadas unas de las otras, las calles desiertas. Ni un alma, un frío de congelarse hasta la próxima estación y un centro comercial a kilómetros de distancia. Pues sí, era perfecto para mí, estaría aislada del mundo y sólo disfrutaría del tiempo.
¡Menudo espectáculo! Era espléndido, era como si hubieran utilizado las paletas de William Turner para darme la bienvenida.
Fue entonces cuando mi madre me presentó aquella parte de la casa: un pequeño balcón que albergaba un pequeño paraíso literario. Y te lo digo con toda sinceridad, querido, ¡menudo espectáculo! Era espléndido, era como si hubieran utilizado las paletas de William Turner para darme la bienvenida, como si el paisaje capturara las emociones de un buen libro de Agatha Christie. Por una fracción de segundo, me sentía en una obra de ficción y fantasía.
Era como si cada paseo por el lago, cada canto de los pájaros, cada copo de nieve y cada gota de lluvia que caían construyeran el paisaje de aquel lugar. Durante dos semanas me sentí como el propio Sherlock Holmes, Hercules Poirot o Auguste Dupin, sentada en el balcón y tomando una gran taza de chocolate caliente con galletas.
Ah, cielo... ¡Cuántos secretos, conversaciones, lamentos, risas y sonrisas mías has guardado y acompañado! No hay nadie que entienda mejor mis sentimientos que tú, amigo mío...
Muchas gracias por estos largos años.
Con cariño,
De tu amiga.
Superletra G 2022
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