El 23 de abril se celebra, sobre todo en España, el Día del Libro. Como buenas lectoras que somos, no podíamos dejar que este día pasase desapercibido. Por eso, invitamos a nuestra querida profesora Carina Infante do Carmo, docente de la Universidad del Algarve y doctora en Literatura y Cultura Portuguesas, a que nos hable de su experiencia como "lectora profesional de literatura" y a que de paso nos recomiende un libro de alguno de sus autores favoritos.
¿Qué fue lo que le hizo decantarse por la literatura? ¿Cuál fue su primer contacto con los libros?
Los libros han estado presentes en mi formación desde siempre, o sea, había libros en casa. No es que mi familia sea de origen intelectual, pues mi padre era operario, pero creció en un lugar donde había una biblioteca. Cuando era niña, no había bibliotecas como las hay hoy. Me estoy acordando ahora de autores brasileños que fueron muy importantes para mí; destaco a Jorge Amado, por ejemplo.
¿Cree que el dicho popular “toda historia tiene su parte de verdad” puede aplicarse a los libros?
La literatura, y si pensamos en particular en la ficción, no tiene un contrato con la verdad en el sentido de averiguarla o investigarla, como debe tener la historiografía, por ejemplo. En general, la literatura no pretende transmitir la verdad, aunque sí debe respetar la verosimilitud. En mi opinión, es un gran laboratorio muy variado, muy rico y con muchos muchos siglos de historia sobre el ser humano. Por lo tanto, los personajes de Shakespeare, de Molière o de Homero representan la verdad humana y la ficción es una forma de explorar las diversas facetas de lo humano. Es una cuestión compleja y desafiante… Sin embargo, da riqueza a aquello que la literatura, en su mejor versión, puede ser.
En la relación que tenemos con los libros influyen las personas que consiguen contagiarnos su entusiasmo.
Como profesora de literatura, ¿qué recomendaría a aquellos alumnos que no consiguen crear una conexión con el mundo literario?
Cuando tenemos modelos próximos que nos trasmiten su entusiasmo es más simple o fácil. Por lo tanto, cuando se habla de la relación que tenemos con los libros, influyen las personas que consiguen contagiarnos su entusiasmo, las condiciones que tengamos o no para acceder a las lecturas, nuestros intereses... Y, claro, luego la madurez también nos cambia. Por eso, explicar las cosas con un “Ah, antes…hoy ya no...”, creo que es una visión errónea y simplista de la realidad. O sea, si vemos que aquella persona se entusiasma así con la literatura, pensaremos: “¡esto tiene que ser bueno!”. En fin, la relación con los libros es muy compleja…
Sobre su investigación, no podemos dejar de notar que ha escrito algunos artículos sobre títulos de autoras como Irene Lisboa o Maria Judite de Carvalho. Por eso, queremos preguntarle: ¿se considera feminista o activista de los derechos de las mujeres, especialmente en el campo literario?
Hay cosas que solo las mujeres pueden hacer y plasmar por escrito. Pese a ello, decir que un hombre no pueda conseguir hacerlo también me parece reduccionista. No creo que sea tan relevante, aunque soy consciente de lo que dice la literatura al respecto de que el campo literario —es decir, la institución literaria— no valora lo suficiente el tema de la mujer. Por otro lado, el número de mujeres que escriben es mayor hoy en día y, por lo tanto, es incomparable a la realidad del pasado. Creo que es importante estudiar el género y cuestionar el canon, esto es, pienso que eso es importante y lo aprecio mucho. Aun teniendo esto en cuenta, no es esa mi principal motivación cuando me dedico a un autor, sino su calidad. Es muy fácil que un programa de literatura tenga solo escritores masculinos. Y en pleno siglo XX, digo yo, ni siquiera es cuestión de esforzarse, pues hay grandes nombres a tener en cuenta… Y por eso deberían estar ahí.
En su faceta de escritora, el primer trabajo que publicó fue la disertación de su máster en 1998: Adolescer em Clausura: Olhares de Aquilino, Régio e Vergílio Ferreira sobre el Romance Internato. ¿Cómo se sintió al verla publicada en papel?
Bueno… Yo no soy escritora y no me atribuyo el significado de esa palabra. Si queréis definirme, podríais decir que soy ensayista. Escritora, no... Pues ese nombre yo lo atribuyo a Irene Lisboa, Mario de Carvalho, Aquilino Ribeiro o Almeida Garrett. No me identifico con esa palabra… Soy lectora profesional de literatura.
Fue mi primer libro, resultado de la investigación durante mi máster, en la que me dediqué a tres autores: Aquilino Ribeiro, Vergílio Ferreira y José Régio. Posteriormente lo publiqué en una coedición con la Universidad del Algarve y el Centro de Estudos Aquilino Ribeiro, en Viseu. Para mí, siempre es emocionante ver mi nombre en la portada de un libro y que sea valorado o tenido en cuenta. Forma parte también de mi profesión, como profesora universitaria. Es una forma de difundir el trabajo que estoy haciendo y de que a la vez alcance otra dimensión, que consiga llegar a otras personas, más allá de mis alumnos. ¡Me gusta hacerlo y creo que debería seguir haciéndolo!
En un principio la profesora Carina había elegido el libro Um deus passeando na brisa da tarde de Mário de Carvalho, una novela que considera tan impresionante que necesita tiempo y calma para apreciarla en toda su plenitud. Así que, sabiendo de la vida ocupada que llevan nuestros lectores universitarios, optó por otro libro del mismo autor, titulado De maneira que é claro (2021).
Ha elegido un libro de memorias en el que su autor dice que algunas partes sufren las lagunas presentes en sus recuerdos. ¿Considera que esos “fallos” de la memoria interferirán en algún aspecto de la lectura?
Esta percepción de la memoria como algo lleno de lagunas es una visión muy instalada. Y también una visión humilde en relación con lo que la memoria puede hacer. La opción de Mário de Carvalho es asumir o llevar al texto su suposición de lo que es la memoria. Quien escribe una autobiografía, por mucha verdad que afirme, compone el rostro o compone el pasado según su voluntad, su mirada, su punto de vista. Por tanto, se trata de un ejercicio de memoria que asume sus límites, y que además lo hace con otra limitación, esto es, el número de palabras, lo cual tiene como consecuencia una determinada capacidad de precisión. Por ejemplo, cada uno de estos capítulos pueden ser pequeñas crónicas, fragmentos… Se trata de hacer mucho con poco.
Gran parte de la crítica considera que esta no es la “típica autobiografía al uso”, pese a que Mario de Carvalho presenta acontecimientos de su vida. ¿Está de acuerdo con esta afirmación?
Cuando hablamos de autobiografía, lo normal es que se escriba en una etapa avanzada de la vida, lo cual, por cierto, es el caso, pues ya es una persona mayor cuando la escribe. Pero, por regla general, se sigue la línea cronológica de los acontecimientos. Lo que ocurre aquí es que las 96 piezas de este rompecabezas, que supone esas lagunas de las que hablábamos, no están en orden. Así, tenemos fragmentos sobre las glorias de la infancia y luego tenemos un salto a un periodo en el que está arrestado. Que la línea del tiempo no sea la que organiza el discurso sería una de las razones para decir eso. Por lo tanto, la historia de una vida es un rompecabezas, se puede armar de diferentes maneras y esa fue la forma que él encontró.
La literatura es una forma de seguir jugando, ¡de aumentar nuestras posibilidades en el tiempo que tenemos aquí!
Recuerdo que, cuando todavía estudiaba en mi escuela secundaria, mi profesora de portugués me dijo que un libro es más de lo que una lectura, pues es también un medio de conocer una cultura, una civilización, espacios y paisajes de otros mundos, y en especial, otras épocas. Cómo profesora de literatura, ¿usted está de acuerdo con esto?¿Al leer un libro podemos viajar en el tiempo y espacio con sus narraciones?
La posibilidad de que nosotros, que somos finitos y tenemos fecha de caducidad, podamos ser otras personas, viajar y estar en otros lugares, aumenta nuestra humanidad... En nuestra infancia, podemos ser múltiples personajes, en múltiples espacios y de múltiples maneras. Esas posibilidades se van perdiendo a medida que crecemos y nuestra imaginación y fantasía se vuelven más limitadas. Y, así, la literatura es una forma de seguir jugando, ¡de aumentar nuestras posibilidades en el tiempo que tenemos aquí! Es una pena que no podamos leer todos los libros que tenemos o que existen, porque sería imposible... Pero los que nos dé tiempo a leer y que sean buenos, ¿por qué no? No se puede dudar de que añadirán valor a nuestra vida y aumentarán nuestra memoria.
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