Hay una pregunta que todos ya hemos oído: “¿qué quieres ser de mayor?”. Yo nunca tuve una respuesta sencilla para esa cuestión. Contestaba que me gustaría ser profesora por la mañana, médica por la tarde y, por la noche, sería una artista famosa. Los adultos aburridos solían decirme que era una niña indecisa, pero la verdad es que me gusta creer que era ambiciosa.
Podía ser en un solo día una superheroína, la mejor chef de la ciudad, una gran peluquera, una modista o una espía.
Hubo un tiempo en el cual podía ser en un solo día una superheroína, la mejor chef de la ciudad, una gran peluquera, una modista o una espía. Al acostarme, rezaba para que la mejor fase de mi vida no tardarse en llegar: la edad adulta. En mi inocente imaginación, aquel sería el momento en el que podría realizar todos mis sueños y vivir como esa auténtica princesa de los cuentos que tanto me gustaban. Sin embargo, lo que nunca me dijeron es que la vida adulta no es una película de Disney. No me dijeron que, después del famoso “felices para siempre”, hay cuentas que pagar, que no podemos hacer solo lo que nos da la gana y que tenemos poco tiempo libre. No imaginaba que cada año que pasara recibiría menos regalos en mi cumpleaños. ¡Ah...! ¡Y nuestro amado y deseado príncipe! ¿Dónde está? Nadie subirá a una torre usando los mechones de mi cabello. A lo sumo, pueden reaccionar a mis historias en Instagram, invitándome a tomar unas copas.
Nada se compara a no tener a mi mamá o a mi abuela cerca siempre que estoy enferma.
Pero, para mí, nada se compara a no tener a mi mamá o a mi abuela cerca siempre que estoy enferma. A veces, me gustaría verlas abriendo la puerta de mi habitación con una sopa caliente o una taza de té. Y, sinceramente, a mí ni siquiera me gustan los tés. Lo que me encantaba era su cariño, su cuidado. Pero, los papeles se han invertido... Y yo, que solía recibir toda su atención y cuidados, ahora paso los días cuidando a los demás para que no se olviden de los medicamentos y no se pierdan sus citas de fisioterapia.
Aunque no me lo hubieran dicho, nada habría cambiado. Así es mi mundo ahora y no todo es malo. Es cierto que echo de menos los días de verano en los que me quedaba con mis amigas jugando todo el día, pero ahora es divertidísimo cuando nos juntamos un viernes por la noche para quejarnos de nuestros trabajos y recordar los viejos tiempos. También es verdad que echo en falta llegar a casa de mis abuelos los domingos por la tarde y sentir el aroma del mejor estofado de gallina del mundo, pero la rutina de acompañarlos a los médicos y buscar descuentos en los pañales para adultos también puede ser una cómica aventura.
Al mirarme al espejo veo lo que aquella chiquilla superheroína y soñadora está aprendiendo.
Al mirarme en el espejo, veo que aquella chiquilla superheroína y soñadora está aprendiendo que, en realidad, nuestro superpoder consiste en sacar lecciones de nuestros propios errores y que nuestras dificultades son aquello que más nos prepara para lo que vendrá. Crecer es saber que estaremos más tiempo cumpliendo nuestras responsabilidades que haciendo lo que nos gusta. Esta niña está viendo que, a fin de cuentas, lo que no nos dicen sobre la vida es lo que reamente nos hace aprender cómo vivirla.
Anna Beatriz Bonifácio
Supereletra e 2021
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