Desde niña suelo ir mucho a Meia-Praia, una playa que se sitúa en Lagos cuyo arenal se extiende unos 5 kilómetros, desde la bahía hasta la ría de Alvor. Me acuerdo de que en mi infancia iba especialmente en agosto, época del año en que tanto la temperatura del agua como el sol la hacían muy agradable. Después de nadar por algún tiempo, hacía castillos de arena y pronto quería volver al mar para nadar aún más, hasta quedarme con los labios de color violeta debido al frío. Nadar me traía sobre todo energía y sentimientos de felicidad y de tranquilidad.
Me encanta sentarme en la arena, cerrar los ojos y escuchar el sonido de las olas del mar.
Hoy en día, no suelo ir tanto a la playa como de niña, pero, cuando voy, me encanta sentarme en la arena, cerrar los ojos y escuchar el sonido de las olas del mar. Es muy tranquilizante y me trae un sentimiento de calma que es imposible conseguir en la ciudad.
Esta playa ocupa de veras un lugar muy especial en mi corazón.
Esta playa ocupa de veras un lugar muy especial en mi corazón. Tiene un paisaje hermosísimo, en el que se puede ver tanto la playa como la ciudad al fondo. El agua de color turquesa suele ser transparente la mayor parte del tiempo, por lo que es posible ver los pies en la arena. Y el cielo, en los días de verano, no suele tener muchas nubes, lo que permite que apreciar su vibrante color azul.
Esta es una playa muy nostálgica para mí, pues me trae recuerdos de todas las vacaciones pasadas en Lagos, con mis padres, abuelos, amigos y hasta con mi bisabuela.
Superletra L 2024
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