A lo largo de mi vida he visto muchos paisajes hermosos, pero ninguno ha conseguido fascinarme tanto como el mar de Sagres. Tenía 16 años cuando fui con mis padres por primera vez. En ese momento estaba pasando por una etapa difícil en mi vida: nada me parecía sorprendente, nada me parecía nuevo o interesante, pocas cosas me hacían sentir feliz o sentir algo en absoluto. El mundo parecía tan aburrido, tan monótono y sin color.
No esperaba que Sagres me sorprendiera, pero la verdad es que despertó algo nuevo en mí.
No esperaba que Sagres me sorprendiera, pero la verdad es que despertó algo nuevo en mí y me hizo sentir cosas que hacía mucho tiempo que no sentía. El mar azul infinito, que se extendía hasta el fondo del horizonte; la puesta de sol sumergiéndose y reflejándose en el agua; el sonido de las olas rompiendo en las rocas; el cielo pintado con innumerables tonos de rosa y naranja. Aquella visión, que parecía un cuadro, me conmovió de tal manera que todo lo que me importaba en ese momento era el presente. Todo lo que importaba era lo que estaba ante mis ojos. Estaba completamente sumergida en el momento, mi mente estaba silenciosa y me sentía en paz, como si el mundo se hubiera parado.
Allí puedo sentirme realmente libre y vivir en el momento.
Desde entonces, Sagres se ha convertido en un lugar muy especial para mí, un lugar que visito frecuentemente, pues yo sé que allí puedo olvidarme de todos mis problemas y puedo silenciar mi mente ruidosa y mis pensamientos negativos. Allí puedo sentirme realmente libre y vivir en el momento. Sagres me hace sentir como si estuviera en el fin del mundo, para algunos esto puede ser aterrador, pero para mí es muy reconfortante.
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