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Foto del escritorSUPERLETRA EMÉRITA N

El camino de las flores

Hace 17 años que vivo en mi casa, con mis padres, y que paso por los mismos lugares todos los días. Siempre había asociado esos lugares a una memoria distante y lejana, de cuando era más pequeñita.


Sin embargo, desde hace un tiempo, esos recuerdos han sido reemplazados por otras memorias. Los sustituyen los recuerdos de mi abuela, con la que salgo todos los días a coger flores, algo que a ella tanto le gusta hacer. Por breves instantes, todos los días, sobre las once de la mañana, en aquel campo que me parece tan vasto y florido, tengo la oportunidad de reencontrarme con mi abuela.


Siempre pensé que la muerte sería la única cosa que podría llevarse a todos aquellos que guardo en mi corazón. No obstante, la demencia se llevó a María. Es como si todos los días yo despertase con la esperanza de tenerla conmigo en su totalidad. Con su mirada sabia, conocedora de las mejores comidas y de las formas más innovadoras en jardinería.


Su casa tenía las flores más bonitas y las mejores fresas del mundo. Era su pequeño paraíso, una de sus mayores fuentes de orgullo.



Su casa tenía las flores más bonitas y las mejores fresas del mundo. Era su pequeño paraíso, una de sus mayores fuentes de orgullo. No sabía leer ni escribir, se había quedado viuda muy joven y siempre había cuidado de sus tres hijos, de sus nietos y bisnietos. Como una guerrera, en su vida luchó siempre por seguir adelante.

La abuela María tenía 82 años cuando su mente empezó a traicionarla. Primero se manifestó en pequeños y cortos instantes de fallos. Hasta que comenzó la desorientación cuando salía a los mismos lugares que siempre había visitado, incluso al hacer las cosas más banales que integraban su rutina diaria. Así empezó la pérdida. La pérdida de todo aquello que ella conocía, la pérdida de su presencia.


No se ha olvidado por completo de los miembros de su familia más cercana, pero se siente muy desorientada cuando hay muchas personas y ya no se acuerda de los nombres de aquellos que supongo que ella considera ahora “personajes secundarios” en su vida. Es una enfermedad degradante y despreciable, porque se lleva de nosotros todo aquello que conocemos.


A través de la rutina, la veo más presente cuando hace aquellas cosas que le gustan, aunque solo sea durante unos breves instantes.

Sin embargo, a mí estos últimos tiempos me han servido casi como una lección para la vida: nada es para siempre ni nada está garantizado. Todos los días siento que aprendo mucho con ella, con sus historias de vida y con los acontecimientos de las épocas, en las cuales yo, infelizmente, no estaba presente. A través de la rutina, la veo más presente cuando hace aquellas cosas que le gustan, aunque solo sea durante unos breves instantes. A veces, cuando me mira, parece que ella está aquí, conmigo, toda ella. Su mirada se transforma en esos momentos.


A mí, que nunca me han gustado las flores, actualmente me encantan profundamente.

A mí, que nunca me han gustado las flores, actualmente me encantan profundamente. Hace un mes que tengo la oportunidad de coger flores diariamente con mi abuela y recordar sus memorias. Ahora, nuestra casa siempre está llena de jarrones de flores de todos los colores, porque a ella le encantan.


SUPERLETRA EMÉRITA N


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